David Luna Pérez
CARTA A MI HIJO A LOS 21 AÑOS
Pseudónimo: Padre Cariñoso
“Un ñeco moso, ondadoso, egete, teno en busca de su papá”; “pandandillo”; “si quieres usar tu fuerza para lograr mi entendimiento, no estoy de acuerdo, pero ni modo”. Todas las anteriores son algunas de las frases, palabras y enseñanzas que hemos dicho y vivido juntos.
¿Qué quisiera expresarte a los 21 años de edad? Antes esta era la edad en la que se consideraba que uno llegaba a ser adulto y a la madurez. Dicen que la adolescencia es una edad difícil. Mi madre decía que las preocupaciones para con los hijos no terminan al crecer; al contrario, estas aumentan, pero lo peor es que, aunque aumentan y las sabemos o conocemos, poco podemos hacer, pues al ser adultos los hijos se alejan y, por no preocuparnos, no nos las dicen o nos consideran poco aptos para ayudarles.
Cuánto más alejado de la realidad es este pensamiento: yo hasta el final tuve que pedir el consejo de mis padres y, gracias a ello, conservé los más preciado para mí que es la familia que, si bien la empiezan dos, va creciendo con los hijos, que son el centro alrededor del cual se gira. Y sí, tú, hijo mío, siempre vas a ser mi niño.
No importa cuánto crezcas, en estatura, conocimientos, intelectual o profesionalmente, te pido no pierdas la confianza ni menosprecies un consejo de tus padres. Siento que cada día te alejas más, no porque así lo quieras, sino por tus actividades. Sé que en algo he contribuido a eso, pero no tomes de mí el mal ejemplo, sino al contrario. Te pido: trabaja para vivir, pero no vivas para trabajar; sé feliz, cuida tu salud y tus amistades. Pero lo más importante: recuerda que lo primero que conociste en la vida es tu familia. Aquí estamos y estaremos siempre.
Tú y tu hermana son el motor de mi vida. Yo te di alas, pero tú me enseñaste a volar.
Te amo,
Tu padre
12 de marzo de 2014